miércoles, 22 de febrero de 2012

El fiel espejo


   De mi tiempo junto a Muñoz Espinalt, padre de la psicoestética, recuerdo con especial simpatía su frase: “el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el espejo”. Nadie puede negar que no haya amigo más sincero que ese. Nos dice las verdades, hasta las más dolorosas, a nuestra cara. Sin rodeos.

  Los hombres somos una de las pocas especies que se reconocen ante su reflejo. Este detalle, en apariencia insignificante, ha tenido y tiene una gran influencia en nuestra evolución.
  Los hombres de ciencia no se cansan de repetirnos que en el mundo animal la descendencia depende de la habilidad del macho para convencer a la hembra de que sus genes son los más indicados para ella y la descendencia. Bien sea por su fuerza, bien por su aspecto saludable, bien por el ingenio a la hora de decorar el nido… Los rituales de cortejo animal son de lo más sofisticado en algunos casos. Aun así, a los humanos nada nos supera en sofisticación.
  Somos una especie que ha determinado su evolución. Nos hemos adelantado a ella. No nos adaptamos al entorno natural, sino que hacemos que este se adapte a nuestras necesidades. Crecemos a un ritmo casi insostenible. En la imagen y la seducción, sin embargo, seguimos siendo más primarios; aunque no por ello menos hábiles o sofisticados en nuestras “técnicas”.

  Podemos adaptar la naturaleza, pero sólo afectar un poco nuestro entorno social. El contexto en el que nos desenvolvemos nos determina; a unos más que a otros. Nuestra influencia sobre él es mucho menor que la que éste ejerce sobre nosotros. A los animales les supera el impulso natural. A nosotros, el momento social.
  Gracias a nuestro ingenio hemos desarrollado una tecnología simple pero utilísima: los espejos. Con ese sencillo trozo de cristal podemos adaptarnos a ese momento. Ante ellos nos mostramos sinceros. Nadie nos conoce mejor que nuestro espejo, de nada servirá tratar de engañarlo.
  Nuestro “mejor amigo” nos responde preguntas como “¿qué tal me queda?”, “¿cómo estoy hoy?”, “¿le gustará?”, “¿Se notará mucho esta arruga?”… Y sus respuestas reforzarán nuestra confianza y seguridad, nos permitirán retocar esos pequeños detalles y salir a la “selva” social preparados para encajar en el momento y desenvolvernos en él como pez en el agua.

  Por fortuna, hemos sabido encontrar respuesta a nuestra incapacidad para adaptar el entorno social a nuestros intereses. Las personas hemos “creado” las tendencias, las modas, los gustos, las aficiones, las coincidencias… Como necesitamos relacionarnos, hemos terminado encontrándonos con aquellos que comparten nuestras mismas características. Y en igualdad de condiciones el éxito social es mucho más posible.
  El espejo, nuestra capacidad para reconocernos y juzgarnos, garantiza nuestra correcta adaptación a ese conjunto de afinidades al que dirigimos nuestra imagen, fuerza y posibilidades. No necesitamos, como los animales, ser los más fuertes, ni los más ingeniosos decorando un nido, simplemente saber elegir nuestro público y presentarnos ante él de la manera que más le seduzca.
  No es quizás la evolución más ética o deseada, pero es la que este momento social nos impone. Si no deseas caminar por donde ya lo hacen todos los demás, siempre puedes optar por salirte del camino y abrir el tuyo. De lo que sí estoy seguro es que en tu nueva andadura tendrás como acompañante al fiel espejo.


Ramiro Fernández Alonso
psicoesteta

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