Para
la inmensa mayoría de los mortales, perder el cabello es un drama personal. La
imagen de un peine lleno de pelos asusta. Desde tiempos inmemoriales existen
fórmulas milagrosas para remediar ese fenómeno pero jamás han funcionado. Sobre
el pelo existen tantas preguntas como leyendas urbanas. Cuando alguien solicita
información sobre el cabello se ve perdido en un inmenso laberinto de teorías
contradictorias, frases aparentemente lógicas y afirmaciones de pretendida
sabiduría alejadas de cualquier base científica.
La
mayor parte de las creencias populares acerca del pelo tiene su origen
comercial y sólo sirven para fines comerciales. Se calcula que cien millones de
personas de todo el mundo pierden diariamente tal cantidad de cabello que están
abocadas a la calvicie. Son un gran negocio al que le han echado el ojo cientos
de 'expertos' y que han dado lugar a un saber popular que establece creencias
acerca de casi todo.
Muchos
gremios han contribuido a acentuar determinados mitos sobre el pelo. Sin ir más
lejos, aún hoy existen barberos que defienden que afeitando el cabello este
crece más robusto. Permítanme una comparación. Desde hace miles de años las
ovejas son esquiladas con regularidad con el objetivo de proporcionar recursos
a una industria en beneficio propio y de la sociedad en general y, sin embargo,
continúan produciendo la misma cantidad de lana.
También
determinados fabricantes de sombreros reconvertidos en especialistas del pelo
atestiguan que la costumbre de ir con la cabeza descubierta es un crimen contra
el cuero cabelludo porque los rayos actínicos del sol son los causantes de la
calvicie.
Los
'especialistas' en curar el cabello se extravían todos los días a causa de
semejantes superficialidades. Aristóteles, uno de los filósofos más notables de
todos los tiempos y gran estudiante de ciencias naturales, examinó los dientes
de su patrona y observó que eran veintiocho y no se le había caído ninguno.
Luego contó los de varios varones en las mismas circunstancias y encontró
treinta y dos. En vista de su hallazgo se apresuró a rubricar que las mujeres
tenían cuatro muelas menos que los hombres, una afirmación que fue dada por
válida durante varios siglos hasta que alguien se tomó un tiempo en hacer lo
mismo y darse cuenta que a la patrona de Aristóteles le faltaban las muelas del
juicio. Si el gran filósofo fue capaz de equivocarse en un asunto tan evidente,
no podemos mostrarnos rigurosos -y menos aún, yo- con otras personas de menor
talento intelectual.
A
pesar de las múltiples teorías y milagros, puedo decir que en mis cincuenta y
seis años de profesión jamás he visto crecer un pelo donde este había
desaparecido y hoy por hoy únicamente técnicas como los implantes capilares son
eficaces para evitar cabelleras limpias como pistas de patinaje.
La
ciencia ha conseguido probar que el cabello es una extensión epitelial de la
dermis. Al margen de teorías y fórmulas milagrosas hay verdades absolutas como
la relación vital entre el individuo y su producción capilar y,
alternativamente, una relación vital entre su cabello y su felicidad.