martes, 30 de abril de 2019

Los cinco principales candidatos, frente al espejo





El político, antes que convencer, tiene que seducir, de ahí la importancia de una buena imagen asociada a la seriedad y el poder


Una buena imagen está asociada a la eficiencia y esta, a su vez, se relaciona con la calidad, la seriedad y el poder. Pasados los debates de televisión de los cuatro líderes de los principales partidos políticos que concurrirán a las elecciones del domingo (Vox no participó por dictamen de la Junta Electoral), muchos analistas se apresuran a medir las palabras, los gestos y el vestido de los protagonistas en un casting a la telegenia, la proximidad y la empatía. Independientemente de esas opiniones y de los programas electorales, repaso desde el punto de vista psicoestético el peinado, el vestido, la figura y la personalidad de Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Santiago Abascal, no sin antes recalcar que el político, además de convencer, tiene que seducir.



Pedro Sánchez Pérez-Castejón (PSOE).
En estos escasos diez meses de mandato ha visto cómo su cabello blanqueaba, especialmente en la zona frontal, en los temporales y parietales, en una clara reacción capilar al estrés y la responsabilidad que supone el cargo. Líder de los socialistas desde 2017, durante los debates se le vio crispado y en ocasiones nervioso, algo lógico teniendo en cuenta que, según los expertos, era el que más tenía que perder. De vestimenta impecable y buena percha -fue jugador de baloncesto-, mostró una imagen algo altanera.



Pablo Casado Blanco (PP).
 Es el más joven del quinteto de aspirantes a presidir el Gobierno de España. Coordina con rectitud la capacidad de expresión, el corte de cabello, el peinado, la mirada, el habla, los gestos y el vestido. Quizá se le demande más serenidad y aplomo a la hora de defender las ideas del partido que representa y, en ocasiones, peca de mantener esa sonrisa permanente que le acompaña.



Pablo Iglesias Turrión (Unidas Podemos).
Desde su irrupción como figura pública ha mantenido una imagen similar. Su cabellera sansoniana le pudo servir como apoyo en los inicios, pero con el paso del tiempo se ha convertido en un estorbo. Su barba y coleta desaliñadas denotan una imagen impropia de quien aspira a un cargo de semejante responsabilidad dejando en el aire una incógnita: si alguien no se cuida, ¿puede cuidar de los demás? Es el único que huye del traje y la corbata, presume de comprar su ropa en Alcampo aunque en el segundo de los debates lució un jersey de la marca 198, que se vende por internet a 39,99 euros y que, al concluir, se convirtió en uno de los temas más comentados.



Albert Rivera Díaz (Ciudadanos).
Desde el primer día ha mostrado una imagen cuidada y moderna tratando de resaltar el dinamismo, la decisión y la empatía que pretende transmitir al electorado. A pesar de ser un político con una buena proyección, le falta cierto aplomo y serenidad a la hora de expresarse o dirigirse a sus rivales políticos. De gestos alterados, a veces incluso denotan inseguridad. Conserva una buena percha propia del gran nadador que fue durante su juventud, llegando en dos ocasiones a ser campeón de Cataluña en estilo braza.



Santiago Abascal Conde (Vox).
Atrás queda la media melena que lució durante un tiempo para apostar por un corte y un peinado de raya a un lado degradado en nuca y temporales, tan de moda hoy. Quizá no debería hacerlo tan corto en esas dos zonas para armonizarlo con esa barba cuidada de la que afloran las primeras canas, símbolo de madurez y experiencia. De amplio armario, combina perfectamente las prendas en función de la ocasión que se presente. Su punto más débil es la oratoria, a veces atropellada y con una dicción que hace difícil entenderle.















Ramiro Fernández Alonso
Psicoesteta


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