jueves, 24 de mayo de 2012

Tú también puedes ser 007


  Sí, vale, a lo mejor no eres ahora mismo el perfil que buscan los servicios secretos británicos, pero… es fácil cumplirlo. Ser un agente al servicio de su majestad no es algo a lo que todos podamos aspirar ya. Uno va ganando años, pero tú eres joven y con todo el potencial necesario para convertirte en una de las figuras más admiradas por hombres y mujeres.
  James Bond es el personaje de ficción más elegante, individualista y masculino de nuestra cultura. No es un hombre que vaya a la moda porque él es referencia. El agente secreto es el punto al que miran decenas de hombres y al que suspiran no menos mujeres. Un hombre que sin arrugarse la camisa es capaz de las más complejas proezas.
  Alejándonos del aspecto violento, James Bond es un hombre como tú y como yo, de carne y hueso. Actualmente lo interpreta Daniel Craig. ¿Es acaso Daniel Craig James Bond? No. Los valores y atributos del espía inglés son inmortales e imperecederos, de ahí que el papel haya podido ser interpretado por distintos actores desde hace casi 40 años. Cada uno de ellos, es cierto, aportó algo distinto. Nadie olvida a Sean Connery, el 007 por excelencia y el que lo fijó en el imaginario occidental.

  James Bond es mirada, indumento, porte, gesto y habla. El personaje combina todos los elementos de la psicoestética. Por supuesto, agitados, no revueltos, como sus famosísimos Dry Martini.
  El agente especial es un conjunto de etiquetas a las que siempre es fiel. Buenos trajes hechos a medida. Coches de lujo. Sofisticadas herramientas y una capacidad de seducción difícilmente alcanzable.
  Y yo sigo diciendo que tú puedes ser James Bond. Vale que para cumplir con el perfil hay que tener dinero, mucho dinero, pero a James Bond no lo hace el Aston Martin, el móvil última generación o los trajes impecables. Esos son los atributos que lo caracterizan, lo envuelven, pero lo que realmente distingue a James Bond es su elegancia y gusto; así como su confianza a prueba de bombas.

  La elegancia no cuesta dinero, sí esfuerzo. Hay que aprender a ser elegante. Para ello, huye del uniforme, distínguete del resto. Haz tuya una manera de andar, una manera de vestir, una manera de hablar, haz que tu imagen sea una y única. La confianza tampoco cuesta, pero sí que requiere más trabajo que la elegancia. La confianza es el arma más poderosa de todo James Bond. Apostar por uno mismo es una de las mejores inversiones que podamos hacer. Ármate con ella y hazte acompañar por su seguridad. El dinero, los coches caros, los trajes, el reloj omega, los combinados y las fiestas de lujo corren a cargo de la corona británica. Pero entenderás, amigo, que los británicos confíen en aquellos que primero demuestran con su imagen, palabra y hechos que creen en sí mismos. Como en el enamoramiento, para enamorar, lo primero es estar enamorado de uno mismo. ¿Autoestima? Sí, al servicio de su majestad.


Ramiro F. Alonso
Psicoesteta

jueves, 17 de mayo de 2012

La imagen del héroe nacional



  A las personas nos cuesta pensar; aunque no lo creamos. Para ayudarnos en la vida diaria nuestro cerebro se vale de pequeños prejuicios que le facilitan su tarea. Sí, parece increíble, pero a nuestro cerebro no le gusta trabajar mucho. Mejor dicho, trabaja eficientemente aprovechando al máximo la experiencia y la educación.

  El prejuicio, con sus aciertos y sus errores, nos permite desenvolvernos ágilmente en sociedad. Nos evita pensar y, por tanto, nuestras decisiones son más rápidas y, casi siempre, acertadas.

  Las personas se asocian en comunidades y éstas en naciones. Todas las naciones tienen una serie de elementos comunes que las distinguen y singularizan. El afán de ser distinto al otro; aunque en el fondo todos seamos iguales. En este punto es donde entra la creación de los símbolos nacionales. Elementos que se cargan de valor significativo para facilitar a los miembros de de la comunidad la identificación de esos valores que comparten. Así: las banderas, los himnos, las monedas… y, cómo no, los héroes nacionales o padres de la patria.
  Los símbolos, como los héroes, son “prejuicios” que nos permiten identificar y reconocer nuestros valores más importantes.
  Decía Muñoz Espinalt, padre de la psicoestética, que formábamos nuestra imagen respecto a la de otros, bien para parecernos, bien para diferenciarnos. La aparición de los héroes nacionales, su conformación, surge para inspirar a las nuevas generaciones. Para que éstas los tomen como referencia a la hora de comportarse y dedicar su vida al mantenimiento de una serie de valores imprescindibles para la existencia de la nación y la comunidad.

  Cada país tiene los suyos y no todos son necesariamente héroes de guerra. El rasgo que más les caracteriza es su abnegada entrega a una causa: la independencia del país, la mejora de la educación, la consecución de libertades y derechos…

  Otro de los elementos que posee la imagen del héroe nacional es que se le magnifican las virtudes y perdonan u ocultan los defectos. Es evidente que el Cid campeador no es una figura libre de hechos oscuros y discutibles; sin embargo… la percepción que ha permanecido en el imaginario nacional es la de aquel caballero que venció a sus enemigos después de muerto.
  A la consolidación de los héroes nacionales contribuye no sólo la educación con sus clases de historia, sino también el arte. El cine, sin duda, ha sido el gran forjador de héroes para los norteamericanos -fueran estos reales o ficticios-. Nadie niega la relevancia de John Wayne en el imaginario americano como uno de los elementos que mejor ha transmitido sus valores.

  Los personajes que hoy día son héroes nacionales, probablemente, en su época, no buscasen tal consideración. Es la necesidad de las personas por poseer referentes la que eleva a estos personajes a los altares de la inmortalidad.

  Los que hoy son héroes, ayer fueron personas fieles a sí mismos, a sus ideales, a su ética, a su pueblo. Su comportamiento permitió lo que hoy muchos pueden disfrutar, sea cual sea ese progreso o avance. El recuerdo de estas personas, la utilización de su ejemplo, permiten tener una sociedad más equilibrada y consciente de su pasado. Porque innovar es importante, pero recordar a quienes nos precedieron también.

  Y para ello, para que su imagen y recuerdo estén siempre presentes, se levantan estatuas y monumentos, se abren calles, se construyen edificios, se bautizan barcos y vehículos… pero también, para asociar los valores del héroe al producto, se denomina a este con su nombre.

Puede que a día de hoy ya no nazcan nuevos héroes nacionales. Las naciones ya están creadas, pero sí que su imagen, ejemplo y relevancia siguen presentes.



Ramiro F. Alonso
Psicoesteta


miércoles, 2 de mayo de 2012

Los futbolistas del Barça y el Madrid. Choque de estéticas. -2ª PARTE-

  Continuamos con la segunda parte del duelo de estéticas entre los futbolistas del Real Madrid y los del Barça.


Ramos, la cinta erótica.

  Si algo caracteriza al “4” del Real Madrid es su pelo, siempre largo, aleonado, con una partición medio para liberar sus ojos. Cuando salta al terreno de juego emplea una pequeña cinta que le dota de un aspecto muy similar al de los indios de las películas de vaqueros. Ese complemento no ayuda a darle ductilidad y merma la energía y vivacidad de su mirada; sin embargo, revela una fuerte carga en erótica. Con Sergio Ramos, al igual que con otros futbolistas que también recurren esas cintas para sujetarse la melena, Constato una necesidad en la peluquería moderna masculina, es decir alguna diadema más original que agarre esos cabellos de manera eficaz y con más refinamiento. A priori parece que el central del equipo blanco es una persona que necesita ser guiada, de temperamento fuerte y cierta inseguridad, pero, sin duda, si es así, está bien  asesorado y sabe llevar como un caballero tanto ropa de sport como el traje y la corbata. Quien cuida su imagen demuestra creer en sí mismo y el defensa del Real Madrid se esmera en conseguirlo.


Ronaldo necesita melena.

  CR7 es el Adonis del fútbol actual. Luce un peinado muy moderno, a veces con cierto aspecto “cheroki”, y siempre en constante evolución. No es extraño verle cambiar de “look” hasta tres veces en un mismo mes. Cuando apuesta por afeitarse los parietales, presenta un semblante de primitivismo que contrasta con su cuidada piel y sus perfiladas cejas, dándole una  imagen muy sofisticada. Es un apolíneo presumido en grado sumo que puede llegar incluso a ser obsesivo. La aureola de triunfador que le rodea la rompe cuando saca a relucir unos aire chulescos, una actitud que choca con su personalidad. Debería recordar que nada se logra con la falsa humildad y que para ser valorado hay que saber autovalorarse. Estoy convencido de que si apostara por dejarse el cabello un poco más largo sería ese líder difusor que la juventud imita y emula.


Piqué, toque anglosajón.

  El central del Fútbol Club Barcelona acostumbra a lucir una barba de dos o tres días que refuerza su estilo anglosajón de “descuido estudiado”. De rostro que refleja vitalidad, sabe llevar muy bien la ropa deportiva, adaptando a la perfección las nuevas tendencias, es decir, jerséis, camisas y chaquetas de cuero. El color de su cabello le da un aire muy versátil y agradable. Su pelo, estirado en punta, destella como si se tratara de un guerrero moderno. Cuando no rasura sus parietales se magnifica su volumen de cabello, que, combinado con la barba, le cierra el rostro, denotando un aspecto huraño que para nada concuerda con su mirada y gesto corporal. De ahí que acierte con el corte de pelo para reflejar esa aureola de triunfador que le rodea. Como dice Carles Muñoz Espinalt: “Un éxito es un fracaso si no se refleja en el semblante del triunfador”.  



(Artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA el día 22 de abril  de 2012)