jueves, 18 de febrero de 2016

50 años en la vida de Ramiro Fernández- Revista de la RFEF



Hablar de Ramiro Fernández es hablar de muchas cosas. Yo diría que, como primera de todas, de su
magnífica talla humana, de su bondad y de su generosidad. Para los que solo conocen de sus habilidades en el corte de cabello, corto o largo, transversal o no, como diría ahora algún político cursi, Ramiro es todo un virtuoso de la tijera, un cuidador sumamente esmerado del cabello, un ortodoxo de la estética. Los que han pasado por sus sillones saben que en su casa-museo ovetense no se trata únicamente de cortar y tirar sin esmero, sino que en ella hallarán cuidados extremos, apurar más por aquí para que quede mejor por allá. Un arte. Y a fe que no hay muchos en dicha práctica.
Ramiro Fernández, que ha extremado siempre sus atenciones a los jugadores de la selección española a los que lleva esculpiendo - término usado cuando yo era mozo y tenía un tupé a lo Elvis- el cabello durante décadas, se encuentra enzarzado ahora en la preparación del Museo de sus 50 años de vida, una obra plural fruto de su trabajo durante medio siglo, pero, también, de su búsqueda infatigable de la belleza. No hay en España peluquería que se acerque a las maravillas que Ramiro alberga en la suya, centro neurálgico de la vida ovetense, del Principado y de vecinos de otras tierras dentro y fuera, y en la que se mezclan esculturas y grabados de artistas consumados con utensilios recientes e históricos, combinado todo ello con ese gusto de Ramiro por lo guapo, que diría un asturiano.
El metal y la cerámica, el mármol y la pintura, todo rezuma ese gusto por el arte que un día le llevó a la concejalía de cultura de un Gobierno asturiano. Sin amontonar, sino estratégicamente situadas, un sillón de barbero de un petrolero que atracó en el Musel, un secador del 36, tijeras de las más diversas épocas, brochas de tacto suavísimo, hasta escupideras que se usaban para aliviar a los clientes, cuchillas, peines cortos, largos, semi cortos y semi largos, frascos con lociones refrescantes y de ás “artefactos” para su labor forman parte de ese mundo maravilloso al que se asoman los clientes de Ramiro, embebidos, seguro, de la convicción de que cortarse el pelo puede ser un placer, no un trámite obligado en la vida de cualquiera. Sentarse en sus sillones no es una delicia, es un feliz descanso que en tiempos tan agitados como los que vivimos refresca aún más que sus aromatizados productos post afeitado al mentol.
A Ramiro su mundo le parece el mejor de los mundos porque le ha permitido estar en un oficio que conoce a la perfección, que personalizada extremadamente y que plantea como mucho más que la mayoría de sus colegas, es decir, desde eso que tan pomposamente se llama trato personalizado sin llegar a serlo casi nunca. Ahí está la diferencia y en ello radica el éxito que ha alcanzado en su profesión. Entre sus clientes no ha sido raro, pues, encontrar no solo a decenas de futbolistas internacionales españoles, sino a personajes públicos de enorme calibre en todos los ámbitos. Bush y Gorbachov, entre ellos. Nada, en fin, que pueda sorprendernos.
Parte de sus 50 años de vida, entre ellos recuerdos futbolísticos, quedarán expuestos en el Museo en el que trabajaminuciosamente desde hace años y en el que se recogerá su vinculación profesional con el mundo de la selección española, del balón, en general, y de esta Casa, en particular, proyecto al que nos sumamos, tras haber pasado afortunadamente ya algunas veces por su ágiles manos, sus hábiles tijeras y sus mullidos sillones mientras corta y enseña, advierte a sus chicos, corrige a sus ayudantes y lo riega todo con ese tono inconfundible que le ha hecho un hombre sumamente bondadoso y generoso, y en un profesional de enorme calibre y enormemente respetado.

-Artículo de la Revista de la REAL FEDERACIÓN ESPAÑOLA DE FÚTBOL/ nº197-Enero 2016

http://cdn1.sefutbol.com/sites/default/files/pdf/revista/revista_197.pdf