Los
peluqueros, en ocasiones, nos parecemos a los diplomáticos. No es que tengamos
que resolver problemas que surgen en las altas esferas, pero sí debemos de
encargarnos del cuidado de otros: los que llevamos sobre nuestros hombros. Y digo
que parecemos diplomáticos porque, ante un mismo caso, dependiendo de quién se
encuentre en nuestras manos, le diremos que ese es un problema de fácil
solución o una ventaja a aprovechar.
La
más habitual de estas curiosas disyuntivas capilares es la canicie. ¿Qué
hacemos? Ante un cliente preocupado por el blanqueamiento progresivo de su pelo
es difícil dar una respuesta. Tanto hombres como mujeres solemos reaccionar con
cierta preocupación. Podremos llegar a asumir que las canas son parte del ciclo
de la vida pero cuando aparecen se produce en nuestro interior un choque de
sensaciones entre nuestro ego y nuestras canas.
Detectar
el origen de esa canicie es el primer paso para poder responder al cliente o
confidente. En los tiempos que corren -y lo hacen sin cansarse- no es raro
encontrar cabelleras antaño brillantes, sedosas y llenas de color, ahora
salpicadas de mechones blancos, secos y de escasa flexibilidad. La tristeza, el
estrés, el entorno, la hipoteca, el trabajo, su ausencia... Esta maldita crisis
puebla de canas las esferas que debieran presentar por naturaleza otro estado,
otro tono, otra vitalidad.
Observen
al señor Barack Obama. En muy poco tiempo su cabellera se ha encanecido.
¿Factores? Al margen del componente hereditario, sin duda, buena parte se puede
achacar a lo anteriormente descrito: responsabilidad del cargo, tensión por la
situación económica mundial, inseguridad en los mercados, oscilaciones acusadas
en el precio de la energía, inestabilidad financiera, desequilibrios monetarios…
Cuando
uno de estos factores toma asiento en alguno de nuestros sillones, el peluquero
pasa de ser experto en estética masculina a cuidadoso observador de la
psicología humana. ¿Qué hacemos? ¿Aplicamos la diplomacia? Podemos hablar a
nuestro cano prematuro que entre los hombres más atractivos del planeta siempre
se encuentran algunos de pelo blanco, que hay mujeres que prefieren este tipo
de cabellos o que su nuevo aspecto lo hará más atractivo para quien busque
símbolos de experiencia, madurez y contundencia. Diplomacia para el corazón y
la mente y suave bálsamo para quien tiene tocado lo más profundo de su ser, es
decir, su yo.
Es
obvio que la canicie no es la peor consecuencia de la crisis, que ésta no es
más que un problema estético y que existen infinidad de preocupaciones mayores
y más importantes que un aumento de la densidad de pelos blancos en el cabello.
Sin embargo, la canicie, en ocasiones, es un síntoma de algo que tiene difícil
solución: la desaparición del individuo, su disolución en un mar de dudas y
preocupaciones. En tiempos de crisis, el hombre se aísla, se abstrae, se recoge
y, ante su propia duda, calla y envejece.
En
casos de desánimo, a los peluqueros nos corresponde revitalizar y motivar al
hombre psicoestéticamente para
potenciar su autoestima, o sea, conducirle de esa imagen personal atascada (IPA) a la imagen personal impulsora
(IPI) fortaleciéndole su yo, mimándole su alma y devolviéndole a su cabello, no
ya el color, sino la vida perdida. Nuestra aportación es modesta pero, en ocasiones,
a mi salón han entrado hombres desinflados, de hombros caídos y ojeras para, al
rato, salir por la puerta enormes egos dispuestos a devorar el mundo o, al
menos, a no permitir que éste se los devore a ellos.
Nosotros,
profesionales, tenemos que conocer las bondades y atributos positivos de un
pelo cano y sano y ser el apoyo natural del hombre en la firme creencia de sus
capacidades y posibilidades. Siempre aconsejando, según dicte la diplomacia, si
optar por el encubrimiento o acentuar la blanca cabellera con un ligero tono
gris o acerado.
Una u
otra posibilidad no son la solución al problema de fondo, es cierto. Nosotros
ayudamos a alcanzarla. Una adecuada estética será, al menos, el bastón con el
que resistir los envites de un infatigable contexto económico que, como algunos
ya han bautizado, es el fin de occidente tal y como lo conocemos hoy. Vengan
los tiempos que vengan, aquí nos tienen, psicoestéticamente
preparados para presentar batalla con la mejor de nuestras armas: la
autoestima. ¡Ánimo amigos y a cuidar las canas!
Ramiro Fernández Alonso
Psicoesteta
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