lunes, 17 de octubre de 2016

Derbi entre peluqueros




Ramiro Fernández y Diego Chamorro crean tendencia en el fútbol español con sus cortes y peinados en la Roja, el Barça, el Oviedo y el Sporting pese a separarles 47 años

Ramiro Fernández y Diego Chamorro representan la experiencia y la frescura de la peluquería masculina y crean tendencia con sus cortes, técnicas y peinados en el fútbol español. El primero en La Roja y el segundo en las filas del Oviedo y el Sporting, además de algún que otro azulgrana. Pese a que les separan 47 años de edad y su estilo en el vestir es completamente opuesto, la innovación estética y la marca Oviedo es su denominador común. Ambos profesionales admiran el trabajo mutuo y son los autores de complicados diseños capilares, pero hasta la llamada de LA NUEVA ESPAÑA no se conocían personalmente.

"Eres muy bueno, aunque no debes relajarte. El camino es largo", dice un Ramiro afeitado y con corte de pelo clásico como su traje de chaqueta de rayas, camisa blanca y sin corbata. "A ver si me llevas contigo a peinar a la selección. ¿No necesitas un oficial?", le responde Diego, que es un chaval de barba, pelo desmechado y camiseta por fuera del vaquero, cadena metálica y zapatillas deportivas. Se estrechan la mano y sacan sus armas de trabajo diarias. Tijeras, peines y maquinillas casi idénticas, al contrario que su clientela, con nombres de jugadores diferentes. Iker Casillas o Sergio Ramos para uno. Y Michu o Nacho Cases para otro.

Ramiro viaja desde hace 25 años con La Roja para dejarla impecable. De hecho, estuvo con el combinado de Lopetegui en los partidos disputados en Italia y Albania. "Soy el último romántico de la peluquería masculina en este país". A sus 73 años y en plena celebración de las bodas de oro como peluquero asentado en la capital asturiana -en la calle Arquitecto Reguera desde 1984- la definición preferida de sí mismo es psicoesteta. "Aunque se han reído mucho de mí por eso", matiza.


Diego, conocido como Chamorro, explica que la barbería le ganó el partido al fútbol. Y es que dio patadas al balón a nivel profesional antes de coger las tijeras. Se formó en el Astur, estuvo en el Sporting B, en el Urraca, en el filial del Oviedo y en el primer equipo azul. "Un domingo jugué mi último partido y el lunes abrí la barbería". De eso hace dos años y por su local del paseo de La Florida, "Barber Shop", ahora pasan los jugadores del Oviedo y el Sporting. Además, en septiembre le llamaron los azulgranas Rafinha y Neymar horas antes de saltar al Molinón. Fue al hotel de concentración para arreglarles el corte. Muy apurado. En especial a Rafinha, al que Neymar le había hecho "un estropicio" con la maquinilla eléctrica.


Hablan de todo. Desde los mejores peines pasando por afeitados con navaja y dibujos geométricos, hasta peculiaridades de la clientela. "Si un hombre dice que le da igual perder pelo o quedarse calvo, miente", afirma Ramiro. "Por supuesto", replica Diego. Los dos creen que tienen alma de psicólogos por aquello de saber lo que le pasa por la cabeza al que cortan el pelo y encontrar el "look" que mejor le defina. "Por ejemplo, cuando yo le arreglo el pelo a Pujol parece que no ha pasado por la peluquería, pero eso es lo que le va. Sería impensable cortarle la melena. Los mechones deben llegarle hasta debajo de la nariz. Perdería fuerza", insiste Ramiro, que defiende a capa y espada y gran solemnidad que la obligación de un peluquero es saber de psicología, dermatología, química ("Si no tenemos cuidado podemos dañar los ojos del cliente con los tintes"), dibujo artístico, nutricosmética, idiomas ("No puede uno quedarse callado en el extranjero") y redes sociales. Le encantan los ejemplos. "Mira, no puedo dejar que Sergio Ramos se eche las cremas que le compra su novia. Tiene que tener en cuenta su ph, las veces que se lava al día el cuero cabelludo o la calidad del pelo, entre otras cosas".

"Oye, me tienes que regalar un libro de los tuyos. Tu biografía". A Chamorro se le cumple el deseo porque Ramiro saca el libro de su bolsa. "Venga, te lo dedico". Ambos acuerdan ir a arreglarse el pelo a la casa del otro. Y es que, ¿quién se lo corta a ellos? Aseguran que confían en sus colaboradores porque trabajan con ellos codo con codo, pero una promesa es una promesa.


E. VÉLEZ 17.10.2016 Periódico La Nueva España

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