jueves, 17 de mayo de 2012

La imagen del héroe nacional



  A las personas nos cuesta pensar; aunque no lo creamos. Para ayudarnos en la vida diaria nuestro cerebro se vale de pequeños prejuicios que le facilitan su tarea. Sí, parece increíble, pero a nuestro cerebro no le gusta trabajar mucho. Mejor dicho, trabaja eficientemente aprovechando al máximo la experiencia y la educación.

  El prejuicio, con sus aciertos y sus errores, nos permite desenvolvernos ágilmente en sociedad. Nos evita pensar y, por tanto, nuestras decisiones son más rápidas y, casi siempre, acertadas.

  Las personas se asocian en comunidades y éstas en naciones. Todas las naciones tienen una serie de elementos comunes que las distinguen y singularizan. El afán de ser distinto al otro; aunque en el fondo todos seamos iguales. En este punto es donde entra la creación de los símbolos nacionales. Elementos que se cargan de valor significativo para facilitar a los miembros de de la comunidad la identificación de esos valores que comparten. Así: las banderas, los himnos, las monedas… y, cómo no, los héroes nacionales o padres de la patria.
  Los símbolos, como los héroes, son “prejuicios” que nos permiten identificar y reconocer nuestros valores más importantes.
  Decía Muñoz Espinalt, padre de la psicoestética, que formábamos nuestra imagen respecto a la de otros, bien para parecernos, bien para diferenciarnos. La aparición de los héroes nacionales, su conformación, surge para inspirar a las nuevas generaciones. Para que éstas los tomen como referencia a la hora de comportarse y dedicar su vida al mantenimiento de una serie de valores imprescindibles para la existencia de la nación y la comunidad.

  Cada país tiene los suyos y no todos son necesariamente héroes de guerra. El rasgo que más les caracteriza es su abnegada entrega a una causa: la independencia del país, la mejora de la educación, la consecución de libertades y derechos…

  Otro de los elementos que posee la imagen del héroe nacional es que se le magnifican las virtudes y perdonan u ocultan los defectos. Es evidente que el Cid campeador no es una figura libre de hechos oscuros y discutibles; sin embargo… la percepción que ha permanecido en el imaginario nacional es la de aquel caballero que venció a sus enemigos después de muerto.
  A la consolidación de los héroes nacionales contribuye no sólo la educación con sus clases de historia, sino también el arte. El cine, sin duda, ha sido el gran forjador de héroes para los norteamericanos -fueran estos reales o ficticios-. Nadie niega la relevancia de John Wayne en el imaginario americano como uno de los elementos que mejor ha transmitido sus valores.

  Los personajes que hoy día son héroes nacionales, probablemente, en su época, no buscasen tal consideración. Es la necesidad de las personas por poseer referentes la que eleva a estos personajes a los altares de la inmortalidad.

  Los que hoy son héroes, ayer fueron personas fieles a sí mismos, a sus ideales, a su ética, a su pueblo. Su comportamiento permitió lo que hoy muchos pueden disfrutar, sea cual sea ese progreso o avance. El recuerdo de estas personas, la utilización de su ejemplo, permiten tener una sociedad más equilibrada y consciente de su pasado. Porque innovar es importante, pero recordar a quienes nos precedieron también.

  Y para ello, para que su imagen y recuerdo estén siempre presentes, se levantan estatuas y monumentos, se abren calles, se construyen edificios, se bautizan barcos y vehículos… pero también, para asociar los valores del héroe al producto, se denomina a este con su nombre.

Puede que a día de hoy ya no nazcan nuevos héroes nacionales. Las naciones ya están creadas, pero sí que su imagen, ejemplo y relevancia siguen presentes.



Ramiro F. Alonso
Psicoesteta


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