Hace tiempo vengo observando el resurgir de
un complemento masculino. En otro escrito pedía un valiente para que el bigote
volviera a lucirse sin complejos. En este caso, abundan los valientes y
escasean los complejos.
Lectores míos, el sombrero ha vuelto y si no
se lo creen, fíjense.
Su regreso no corre a cargo de ancianos o
señores de rancio abolengo. No es en esas despobladas cabezas donde lucen de
nuevo los sombreros. Vuelve como un complemento a una estética propia de una
juventud inconformista y rebelde.
El modelo elegido es del tipo trilby. Un sombrero de fieltro, bastante
flexible y de corona triangular. Su principal precursor ha sido un cantante y
compositor inglés de dudosa reputación, Pete Doherty. Otros cantantes y
artistas han lucido y lucen sombrero, por poner un ejemplo nacional, tenemos a
Joaquín Sabina o al norteamericano Justin Timberlake o al futbolista Touré.
Algunos deportistas ya lo están
popularizando...
Para lucir un complemento o una prenda
inusual hay que tener mucha seguridad. Esa seguridad la pueden proporcionar dos
factores. La confianza en uno mismo y/o el hecho de que alguien más lo lleve.
Sentirse respaldado por una figura de mayor rango o repercusión social es
suficiente para lanzarse a tocarse la cabeza con un sombrero. Así es el mundo
de la moda, por ese motivo los grandes modistos se pelean porque las estrellas luzcan sus galas en ceremonias como las
de los Oscars.
Este rebrote del sombrero acompaña a un
estilo de vida. Vuelve también cierto gusto por la bohemia y la vida nocturna. Son
jóvenes que se mueven en esa corriente cultural que se llama alternativa.
Chicos que admiran la cultura y participan de ella creando y consumiendo.
Inconformistas y rebeldes.
Toda tendencia tiene sus adornos, sus símbolos,
sus elementos significativos. El sombrero ya no indica estatus económico, no
protege del frío, el viento o tapa incipientes alopecias. El sombrero hoy día
es adorno. Ha vuelto para convertirse en seña de identidad de una forma de
plantearse la vida.
Es el regreso de un elemento que parecía
olvidado o condenado a desaparecer con los últimos caballeros. Permítaseme
poner una sola pega. Muchos de estos jóvenes compaginan pelo largo, casi
melena, con sombreros de ala estrecha. Esto rompe la armonía del conjunto. Son
los pequeños detalles habituales en el nacimiento de una tendencia. El tiempo
lo pulirá, estoy seguro.
Para aquellos que aún dudan por tocarse con
un sombrero, quizás les anime saber que siempre está bien llevar sombrero por
si se presenta una buena oportunidad para quitárselo.
Ramiro
F. Alonso
Psicoesteta
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